Arenas Misteriosas II
El cazarrecompensas siguió abriéndose camino entre la muchedumbre. Empezaba a cansarse de buscar. ¿Cómo se suponÃa que iba a encontrarse con su contacto? ¿LlegarÃa con un cartel en lo alto que pusiera “Mr. Hunter”?
Nunca hubiera aceptado el trabajo de no ser porque se lo habÃa ofrecido -casi suplicado- un amigo de confianza. Hunter no era un cazarrecompensas habitual; si existÃa algo parecido a los ladrones de guante blanco en versión cazador (como a menudo eran llamados en Void los de su profesión); ése serÃa Hunter. TenÃa clase, tenÃa sus propios valores. Nunca aceptaba un trabajo que le diera “mala espina”. A veces, investigaba sobre su cliente antes de trabajar para él. A veces, el mismo cliente terminaba… “mal” cuando Hunter descubrÃa ciertas cosas sobre él.
En resumen, Hunter era un tipo con el que no se podÃa jugar. El cliché del matón a sueldo sin escrúpulos no tenÃa sentido en su territorio; si acabando contigo considerara que hace de Void un mundo mejor, Hunter lo harÃa sin dudarlo. Fueras cliente u objetivo.
El cazador seguÃa pensando en el por qué del secretismo. Su cliente, Santos, le habÃa dicho apenas el nombre de la ciudad y que el contacto le encontrarÃa, y tras rogarle que lo aceptara (y asà lo hiciera), le obligó a partir de inmediato. Hunter le conocÃa bien, y si algo temÃa de Santos Peck, el “no-oficialmente pluriempleado” técnico del Taller es que… ah, el maldito zorro, igualmente, le conocÃa demasiado bien a él. SabÃa siempre qué decir para convencerle a indagar o aceptar un trabajo. Aunque esto no le preocupaba demasiado, porque siempre que lo hacÃa, era justificado, y Hunter siempre se sentÃa satisfecho de los trabajos de Santos. Por esa parte no tenÃa queja.
Por eso habÃa aceptado esta vez. Sin embargo… no era algo normal y corriente, eso seguro. ¿Por qué no se lo podÃa haber contado? …¿Quizá ni siquiera Santos sabÃa todos los detalles? ¿O es que estaba en peligro si lo hacÃa?
Se quedó un momento pensando en ello, preocupado, cuando sin querer tropezó mientras caminaba conun hombre vestido con un mono gris (a juzgar por la apariencia, un transportista) y eso le ayudó a espabilarse un poco. El transportista le miró con mala cara, a punto de decir algo, aunque cuando le vio de cerca apartó la mirada y siguió su camino. Hunter no era especialmente famoso como cazador (probablemente el hombre no sabÃa quién era), y no iba llamando la atención -demasiado-. En Void es difÃcil encontrarse a alguien “raro”… (Cuando todos son raros, la rareza se convierte en lo normal) Sin embargo, la apariencia del cazador, aunque no desvelaba concretamente su profesión, sà daba fuertes indicios de que era un tipo con el que no convenÃa meterse. Aunque llevaba una ligera túnica del desierto, con la capucha echada, dejaba entrever parte de su atuendo, ya que no estaba totalmente abrochada.
Debajo de la túnica habÃa un hombre de unos venti-pico cubierto casi totalmente por un uniforme de cuero negro endurecido, varios broches y sujecciones por varias partes del cuerpo que conseguÃan que su uniforme se ciñera de forma natural a su anatomÃa y sus movimientos… el uniforme de alguien que no se dedica a la danza precisamente. Éste terminaba en la parte alta del cuello, donde se podÃa apreciar parte de la cara de Hunter. La melena rubia le caÃa en parte por la cara, tapándole aún más. Una barba de un par de semanas se apreciaba aún debajo. Sus ojos, grises, apenas distinguibles bajo la capucha y el pelo, siempre ofrecÃan una mirada frÃa, pero calmada. Para aquéllos que no tenÃan una buena relación con él, ésa era una mirada aterradora. Sin embargo, Hunter no solÃa mostrarla… al menos cuando estaba trabajando. Le gustaba ir con su casco especial de motorista (negro también), y con su moto. ¡Diablos! Siempre que tenÃa un trabajo de ese tipo, la echaba de menos…
Hunter paró un momento para evaluar la situación. El Paseo seguÃa lleno de gente y no habÃa ni rastro del contacto. Se preguntó si estarÃa siendo vigilado. Lo más probable era que sÃ. La reacción del hombre al verle le habÃa inquietado ligeramente. Se ciñó más la túnica, se ocultó más bajo la capucha y continuó andando… cuando de repente una mano le asió amablemente la suya durante apenas un segundo. Hunter miró hacia la derecha disimuladamente sin dejar de caminar.