Arenas Misteriosas III
La persona que le acababa de agarrar la mano era una mujer. Hunter la examinó de arriba a abajo en un rápido pero calmado movimiento de ojos. La mujer llevaba una túnica del desierto similar a la de Hunter, marrón y muy gastada, abrochada hasta el cuello. Ella caminaba a su lado mirando disimuladamente las mercancÃas de los comerciantes. Llevaba una visera amplia, que cobijaba su moreno rostro y lo cubrÃa con una leve sombra. TenÃa el pelo corto, negro, coronado por un largo flequillo rebelde que permanecÃa ahora dócil bajo el yugo de la visera. TenÃa una expresión dulce y producÃa la impresión de que podÃa sonreÃr con facilidad. Según los cálculos de Hunter, estarÃa en sus treinta. No parecÃa una persona peligrosa, y le resultó agradable a la vista. El cazador volvió la mirada e hizo como si no se hubiera fijado en ella.
Hunter se le acercó algo mientras seguÃan caminando, y sin dejar de mirar al frente y a los comerciantes, la mujer habló:
– Ha sido fácil reconocerle, Santos tenÃa razón.
Hunter la miró brevemente a los ojos, molesto porque dijera el nombre de su amigo en público. La mujer le devolvió la mirada, y al ver esos terribles ojos grises mirándola frÃamente se horrorizó y miró hacia otro lado nerviosamente. Hubo un silencio incómodo durante un momento; o al menos entre ellos, ya que la algarabÃa circundante se ocupó de combatir ese silencio.
Tras ese momento la mujer se dio cuenta del error e intentó recuperar la compostura. Siguió hablando mientras observaba unos exoescudos de aparente pésima calidad que le mostraba un vendedor local.
– Lo siento. No estoy acostumbrada a estas situaciones…
Hunter comprendió que lo mejor serÃa que él se encargara de llevar la voz cantante. Interrumpió secamente a la mujer, diciendo:
– Estoy empezando a formar una teorÃa sobre el misterio de este trabajo. Hay varios exploradores MS en las azoteas. Más que de costumbre, dirÃa. Parece que buscan algo… o alguien.
La mujer agarró a Hunter por el brazo, y tiró suavemente de él, susurrándole:
– Hay un callejón protegido de las miradas no deseadas por aquà cerca. Allà podremos hablar.
Hunter se dejó llevar intentando no llamar demasiado la atención, y cuando empezaban a separarse del tumulto de la calle del Mercado, le preguntó:
– ¿Cómo puedo llamarla?
Ella respondió:
– Maren.